domingo, octubre 15, 2006

NOCHE DE BRUJAS

Cuenta la leyenda, que una tarde del 31 de octubre, un grupo de niños de un lejano pueblo del sur, disfrazados todos con las clásicas vestimentas de noche de brujas, iba casa tras casa pidiendo golosinas. En este poblado donde la influencia de los colonos europeos era notable, se fabricaban chocolates y dulces artesanales que eran la delicia de vampiros, brujitas y momias. La graciosa caravana caminó largo rato hasta que llegaron casi sin darse cuenta hasta los confines del pueblo y empeñados en su afán recolector, no notaron que era ya muy entrada la tarde y pronto la noche dejaría caer su negro manto estrellado. En el poblado, de frondosos bosques y cristalinas aguas, los padres de los chicos se encontraban bastante acongojados por la desaparición y no tardaron en formar grupos de búsqueda, organizándose de forma tal que no dejaran lugar sin recorrer.

Mientras tanto, los niños caminaban alegres y despreocupados, hasta llegar a un claro del bosque donde cada uno realizó un recuento de las golosinas que había conseguido. Estaban felices, tenían caramelos con sabor a frutas, chocolates artesanales y galletitas horneadas. Pero la tarde se tornó en oscura noche y asustados decidieron volver.
En el pueblo las improvisadas patrullas de búsqueda, conformadas mayoritariamente por hombres, caminaban a la luz de las antorchas iluminando los senderos del espeso bosque que rodeaba la comarca, gritando a viva voz los nombres de los niños.
Éstos en tanto, se hallaban muy compungidos. Habían perdido el camino a casa y llevaban horas caminando sin rumbo, hasta que de pronto dieron con una horrible choza confeccionada con barro y paja.

Cuando una de las patrullas, luego de horas de infructuosa búsqueda, decidió volver al pueblo, pensando tal vez que otra pudo haber tenido mejor suerte, uno de los hombres tropezó con un bulto.

-¡Una antorcha, rápido, he tropezado con algo y me he lastimado un pie! –

Cuando el grupo se acercó a examinar el bulto se percataron con horror que se trataba de un niño muerto. Con tristeza uno de los hombres cargó al niño y lo llevó de vuelta al pueblo. Sólo minutos después, el mismo hombre del pie lastimado hacía otro fatal anuncio.

¡Hey no puede ser, aquí hay otro niño muerto!

Y así, sucesivamente fueron apareciendo más y más cadáveres, todos ellos hijos o familiares de la misma gente que patrullaba a esas horas.
Un hombre de gruesa contextura, y bigotes, con una mezcla de pena, rabia y temor exclamó:

-¡Esto es obra del Brujo!

El llamado Brujo, por los habitantes de la comarca, era un ermitaño, de largas barbas, baja estatura, vestía horribles harapos, y siempre balbuceaba unas palabras ininteligibles. Tenía el aspecto de un cruel animalejo.

Al poco rato, se organizó una enardecida caravana y valiéndose de azadones, zapapicos y antorchas se encaminaron hasta llegar a la choza del supuesto brujo. Los hombres, a pesar de que venían furiosos, sintieron temor ante la aparición de este.

- ¡Maldito, has dado muerte a los niños! –

Viéndose acorralado, y ante la atónita mirada de los hombres del pueblo, le nacieron al brujo, unas gigantescas y horribles alas, emitió un ensordecedor graznido, y aunque ustedes no lo crean, alzó el vuelo perdiéndose entre las nubes del oscuro firmamento.
FIN
C.B.G.

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