lunes, diciembre 18, 2006

H.P. LOVECRAFT

Howard Phillips Lovecraft nació en Providence, capital de Rhode Island,
20 de Agosto de 1890. Su padre, con el que apenas convivió, murió
cuando sólo tenía ocho años y su madre, tildada por muchos autores de
posesiva y neurótica, le inculcó una educación británica de carácter
aristocrático. La excesiva protección con la que el joven Lovecraft fue
criado le llevó a padecer una precoz soledad y represión que sólo se veían
aliviadas cuando representaba escenas imaginarias o históricas. Así, no es de extrañar su gusto por la lectura, afición que practicaba a menudo
gracias a la magnífica biblioteca que había atesorado su abuelo materno.

Ya desde su infancia, Lovecraft odió el mar. El origen de dicha aversión no está muy clara, si bien Donald Wandrei, en su obra Lovecraft in Providence, afirma que de pequeño sufrió una intoxicación por comer pescado en malas condiciones. A pesar de la cohorte de divinidades y cultos que desfilan a través del grueso de su obra y de la conocida religiosidad de sus padres, Lovecraft siempre se manifestó ateo. Mientras que la mitología cristiana le resultaba estéril, su desbordante imaginación le empujaba a mundos más cercanos al de los cuentos de hadas y, en especial, a las Mil y una noches. A los seis años se entusiasmó con el paganismo grecolatino, lo que en un acto ciertamente sorprendente para un niño de su edad, le llevó a alzar como juego altares a Atenea, Apolo o Pan. Tras un tiempo en el que vivió influenciado por las novelas policiacas -de hecho, fundó con trece años la “Agencia de detectives de Providence”- volvió a leer cuentos fantásticos y, esta vez, a escribirlos.

El primer relato que escribió fue La Bestia de la cueva, una imitación de los cuentos de horror gótico. Tenía quince años y, a pesar del racionalismo y la lógica que regían su vida, le gustaba imitar a los escritores del siglo XVIII. Lovecraft, convencido de que “el conflicto era la única realidad ineludible de la vida”, escéptico, encerrado en el pesimismo de su soledad, consideraba que “el pensamiento humano era el espectáculo más divertido y más desalentador de la Tierra”. Sólo los sueños, que le proporcionaban un enorme placer estético, le ayudaban a escapar de su amargura y de su vida de represión y penuria económica. Tras abandonar su estilo dieciochesco, Lord Dunsany tomó el relevo como su autor favorito. Su estilo, de un lirismo sobrecogedor, sería una influencia que nunca abandonaría a Lovecraft. En 1917, cuando tenía veintisiete años, publicó su primer relato fantástico: Dagon, en la revista Weird Tales.

La muerte de su madre y la desaparición de la fortuna familiar en 1921 precipitaron su intención de ganarse la vida escribiendo. El trabajo hizo que comenzara a relacionarse con numerosos lectores y escritores noveles. Así fue creándose lentamente lo que más tarde se denominaría “Círculo de Lovecraft” y que contaría con autores como Frank Belknap Long, August Derleth, Robert Howard, Robert Bloch o Clark Ashton Smith, entre otros. Los que conocieron personalmente al de Providence le describieron como alguien muy distinto del personaje que aparecía reflejado en sus cartas. Así, le presentan como entusiasta y generoso, creativo y un prodigio de inteligencia. Sin embargo, también es bien conocida su faceta racista y degenerada. Este hombre, contradictorio hasta lo imposible, que sentía verdadero amor por los gatos y odiaba con igual intensidad a los inmigrantes, se encontraba aterrado ante la sociedad pragmática de un país que apenas consideró suyo, ya que “él siempre sería británico”. De esta época inicial se remontan las primeras narraciones sobre los Mitos de Cthulhu, un prodigio de creatividad donde a la larga colaborarían todos sus amigos escritores.

En 1924, el autor que prefería la noche al día y los paseos solitarios se casó con Sonia Greene, empleada en la United Amateur Press Association, diez años mayor que él. Dos años después, el matrimonio se rompió. Lovecraft afirmó que su causa estuvo en las grandes divergencias que ambos tenían, además de las dificultades económicas, aunque, sin embargo, también se rumoreaba que sentía horror a las relaciones sexuales. Tras esta fugaz estancia en Brooklin, Lovecraft regresó a Providence y se dedicó a investigar la historia de Nueva Inglaterra y, de nuevo, a escribir. Sintiéndose definitivamente fracasado ante el mundo, se hundió en su antiguo retraimiento. Durante los años treinta, se convirtió en un neurótico admirador de los incipientes fascismos europeos, a pesar de que era contrario a todo tipo de violencia y dictadura. Centrado en su actividad literaria, nunca tuvo contactos con asociaciones pro-nazis norteamericanas ni adoptó posturas políticas. En 1937, cuando contaba con cuarenta y siete años, murió de un extraño caso de cáncer intestinal en el Jane Brown Memorial Hospital de Providence.

Tras su muerte, sus amigos –especialmente Wandrei y Derleth– se dedicaron a recopilar sus cuentos inéditos y dispersos y a publicarlos. Así, crearon una editorial, la Arkham House, cuyo nombre está tomado de la ciudad imaginaria donde Lovecraft ambientó buena parte de sus relatos. La editorial alcanzó un gran éxito, lo que popularizó la obra lovecraftiana. La leyenda del “Maestro de Providence” adquirió proporciones desmesuradas y sus cada vez más numerosos lectores le hicieron sabedor de conocimientos ocultos, adorador de sus propios mitos, creador de una religión cargada de profetas, dogmas y libros canónicos en los que nunca creyó.




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domingo, diciembre 17, 2006

OUIJA VIOLENTA

A esa hora de la tarde la mayor parte de los estudiantes se encontraba en clases, a excepción de Sebastián yo y uno que otro alumno. Nos hallábamos en la amplia biblioteca del Instituto Católico en el cual llevábamos a cabo nuestros estudios. Repasábamos nuestras lecciones, ya que al otro día debíamos rendir un importante examen.
Al cabo de unas horas los estudiantes comenzaron paulatinamente a hacer abandono del salón, ya era tarde y la encargada había terminado su jornada, por lo que me confió las llaves de la biblioteca, puesto que yo también cumplía funciones como bibliotecario durante los extensos ratos libres que tenía entre una clase y otra. Sebastián y yo decidimos hacer un alto en nuestras labores para salir a beber un café fumar un cigarrillo y estirar un poco las piernas.

El otoñal atardecer ya comenzaba a tornarse en noche por lo que la totalidad de los estudiantes ya había hecho abandono del arcaico edificio el cual albergaba una que otra alma en pena según se comentaba entre el alumnado. Los fenómenos paranormales era uno de los temas predilectos de Sebastián quien aseguraba poseer dotes de médium. Al volver a la biblioteca continuamos conversando sobre aquel tema.

-¿Has oído hablar sobre la Ouija?- preguntó Sebastián - Algo he escuchado al respecto- le dije. – Por lo que tengo entendido se trata de un tablero que lleva grabadas palabras, números y a través del cual se mantendría contacto con espíritus. Mientras le daba esta explicación Sebastián sacaba de su negro bolso una antigua tabla Ouija. – Esta tabla llevaba años en el sótano de mi casa hasta que un día la encontré- explicó Sebastián, y tras largo rato intentando convencerme, no sin un poco de temor finalmente accedí a ser participe de una práctica espiritista.

Mi amigo buscó afanosamente dentro de su bolsillo y extrajo una moneda, la que fue colocada en medio del tablero, luego ambos posamos nuestros dedos índices sobre la moneda y Sebastián realizó el siguiente conjuro: Si hay algún espíritu presente que se manifieste a través de la tabla Ouija. ¿Hay algún espíritu presente? - Ante mi asombro la moneda comenzó a deslizarse lentamente a través del tablero, luego se movía con mayor velocidad a medida que Sebastián formulaba más y más preguntas.
¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¿Cómo moriste? La moneda se movía casi por su propia voluntad respondiendo a todas las preguntas y estaba fría, casi helada. En todo momento tuve la inquietante sensación de que alguien nos observaba y en efecto, al dirigir la vista hacia el ventanal alcancé a percatarme que alguien nos miraba y ese alguien al verse descubierto huyó, pero Sebastián se encontraba ensimismado, como poseído por aquel espíritu siguiendo el frenético ir y venir de la moneda que ni siquiera lo advirtió.
De pronto la moneda se poso en las siguientes letras formando esta frase:
M A T E N A L C U R A
Al leer esto se me erizaron los bellos de la nuca y un escalofrío me recorrió la espalda, pero mi espanto no pudo ser mayor cuando un pesado crucifijo que colgaba de uno de los muros cayó al suelo haciéndose pedazos. - ¡Sebastián detengamos esto por favor! – le supliqué. Le pedimos al espíritu que nos dejara en paz y nos permitiera abandonar la sesión, pero se negó, y al momento los libros salieron velozmente expulsados de sus estanterías, sillas y mesas volaron por los aires, las puertas se abrían y cerraban con gran violencia, las luces se encendían y apagaban y el pánico se apoderó de mi, sin embargo Sebastián reía, luego su risa se tornó a una diabólica carcajada. Me acerqué hasta el pero me propinó un empujón cuya sobrenatural fuerza fue de tal magnitud que me hizo volar varios metros por un pasillo hasta estrellarme contra un estante ubicado al fondo de este. Lo último que alcancé a ver antes de perder completamente el conocimiento fue al Padre Álvarez entrar en la biblioteca con la confusión y el espanto marcados en su rostro, lo acompañaba otro alumno, sin duda el que nos había observado anteriormente y el fue quien dio aviso al padre sobre la practica espiritista que estábamos llevando a cabo.

Cuando desperté me hallaba en la fría sala de un viejo hospital, un vendaje me cubría parte de la cabeza y un cabestrillo me sujetaba el brazo izquierdo. Una enfermera me comunicó que tenía visita. Era el padre Bobadilla, rector del instituto, se veía muy conmovido y lo que me contó me dejó atónito.
- Supongo que no tienes idea de lo que provocaron tu compañero y tú-
Por toda contestación guarde nervioso silencio.
- Bueno, lamentablemente el padre Álvarez ha muerto-
- ¿que?
- lo que oyes. Sucede que el actual recinto del Instituto Católico en los albores del año mil novecientos fue uno de los primeros hospitales psiquiátricos del país, en cuyas dependencias transcurría sus días internado un satanista acusado por el asesinato de un cura, este oscuro personaje se suicidó en un momento de descuido por parte de la vigilancia.
El espíritu que ustedes contactaron fue entonces el del satanista Jorge Sestercio, espíritu que se posesionó de Sebastián y le ordenó asesinar al padre Álvarez, estrangulándole, de la misma forma en que Sestercio asesinó a un sacerdote en antaño. Muchas veces rondó su presencia entre los pasillos del instituto, tal vez sólo esperaba que alguien le llamara, y desafortunadamente ustedes fueron los incautos que nunca pensaron que terribles consecuencias puede acarrear el realizar prácticas espiritistas como la Ouija.
Demás está decirte que tu matricula está cancelada y te encuentras expulsado del instituto, conoces la opinión de la iglesia con respecto a el espiritismo- Continuó el Padre Bobadilla
¿Y que ocurrirá con Sebastián? – Pregunté
Bueno, Lo más probable es que Sebastián no sea procesado por el crimen del Padre Álvarez por tratarse de un joven enajenado mental, por lo que ya se determinó su traslado a un Hospital Psiquiátrico.
FIN
C.B.G.

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