martes, octubre 17, 2006

DAGUERROTIPO DE UN MUERTO

Se encontraba Leonidas sentado en los escalones de piedra de un antiguo mausoleo ubicado en la calle 6 del Cementerio General. Fumaba un cigarro algo doblado. La fotografía era su hobby y ahora formaba parte de un curso de fotografía artística en el cual, como tarea, le solicitaron tomar fotos de carácter arquitectónico. Luego de recorrer las calles del casco antiguo de la ciudad con su vieja Kodak, llegó hasta el cementerio para realizar algunas fotos. Una vez terminada la faena y cuando se disponía a marcharse, de entre las tumbas apareció un viejo alto, delgado, de nariz prominente, ataviado con un overol, portaba una pala, parecía el encargado de hacer el aseo a las tumbas. Se notaba molesto.
- ¿Que haces aquí? - preguntó
- Estaba tomando algunas fotos para…
- ¿Acaso no sabes que para tomar fotografías primero debes solicitar un permiso a la dirección del cementerio? - interrumpió
- Bueno, puedo pedir ese permiso.
- Pero tú ya has tomado las fotos, y los permisos se piden por escrito, además son las ocho de la tarde, ¡acabamos de cerrar el cementerio!
- Está bien, entonces me voy - dijo Leonidas apagando nervioso su cigarro en el piso.
- ¡Y por si fuera poco tiras el cigarrillo en cualquier parte! No muchacho, tú no vas a ninguna parte, te daré un escarmiento.

El hombre tomó a Leonidas fuertemente de un brazo y lo llevó casi a la rastra hasta una fosa donde lo empujó hacia su interior. Increíblemente el viejo comenzó ha echar paladas de tierra sobre el joven que comenzó a gritar desesperado pidiendo auxilio, la polvareda casi lo ahogaba.

- Puedes gritar tan fuerte como puedas, pero nadie te escuchará, en este cementerio estamos sólo nosotros. Al decir esto una diabólica sonrisa se dibujó en sus toscos labios.

La fosa no era muy profunda y Leonidas consiguió escapar a duras penas de su interior, o mejor dicho el viejo no hizo nada por impedir su huida, solo emitió una horrenda carcajada. El joven, presa del pánico corrió hasta encontrar la salida, luego corrió por las calles, ansioso de perderse en la oscuridad de la noche.

Días más tarde se encontraba en el laboratorio fotográfico del taller, estaba revelando las fotos tomadas en el cementerio.
- ¡Esto no puede estar pasando! – Exclamó al darse cuenta que aquel siniestro viejo sorprendentemente aparecía en varias de las fotografías. Al otro día, reunió el suficiente valor y volvió al cementerio, esta vez acompañado por la policía, para denunciar al tipo que le había gastado tan macabra broma. Habló con el director del camposanto.

- ¿Podrías describirme a la persona que te agredió? – Preguntó el director
- Era un tipo alto, delgado, gran nariz, aparece en esta foto. - Leonidas le estiró la fotografía.
- ¡No puede ser! – Exclamo el director- Esta persona trabajó durante mucho tiempo en el cementerio, limpiaba tumbas, pero… ¡murió hace más de treinta años!
FIN
C.B.G.

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