miércoles, septiembre 13, 2006

EL VAGABUNDO

Aquella fría tarde padecía lo que se conoce como bloqueo de escritor, es decir mi mente estaba en blanco, nada que escribir o nada que valga la pena ser escrito. Las ideas brillantes no llegaban.
Esa semana debía entregar una de mis crónicas a la modesta publicación donde colaboraba escribiendo una columna, y ahí me encontraba yo, como de costumbre en el ático de mi antigua casa, junto a la ventana y frente a mi vieja Underwood con el papel todavía en blanco, sin saber sobre que diablos escribir.
Cuando a través de la ventana veo pasar por la calle al eterno vagabundo que desde que me mudé a mi domicilio, siempre lo he visto merodear de acá para allá sin rumbo aparente. Podría resultar interesante mantener una conversación con el y saber que acontecimientos lo han llevado a su actual estado, aunque jamás le he oído emitir palabra alguna. Resulta extraño que después de tanto tiempo verlo deambular por las calles me interese saber algo sobre su vida.
Me levanté de la silla y cogí mi abrigo dispuesto a salir a su encuentro, pero al mirar nuevamente por la ventana el hombre ya no se encontraba ahí.

Al día siguiente se repitió la misma situación. Solo lograba redactar un par de malas ideas en un papel el que luego de ser sacado del carril era arrugado y lanzado al papelero por enésima vez, cuando nuevamente le divisé con el rabillo del ojo y al girar la cabeza para mirarle a través de la ventana, me di cuenta que esta vez era él quien me observaba fijamente, como si llevara ya un buen rato en esa acción, y debo confesar que esto me sobresaltó. De todas formas le hice una seña para que me esperara, sin embargo cuando llegué abajo la enigmática figura ya había desaparecido.

Esa noche tuve un extraño sueño, esa clase de sueños confusos en los cuales diversas épocas, situaciones y personas parecen entremezclarse, y entre ellas aparecía la penetrante mirada del vagabundo quien me observaba de forma escrutadora.
Desperté algo nervioso y me percaté que ya era tarde, dentro de unas horas debía presentarme a una reunión en la revista en la cual trabajaba. Me levanté, me di una rápida ducha y luego me vestí. Cuando estaba ya cerca de mi lugar de trabajo vi reaparecer la figura del inquietante hombre quien poseía una gran estatura, larga cabellera y barbas, vestía siempre un largo abrigo negro y un sombrero de copa alta de igual color.

Me observaba esta vez desde la acera de en frente. Decidido a encararle de una vez me dispuse a cruzar la calle cuando el ir y venir de la gente bloqueó por un momento mi mirada hacia en frente y cuando volví a enfocar la vista el hombre nuevamente había desaparecido..
Parece una tontera, pero la situación me tenía cada vez más inquieto, lo que quedaba de manifiesto para mis colegas de trabajo ya que mi nerviosismo era evidente y no pocas veces me preguntaron que me ocurría.

Una noche, en que la lluvia arreciaba, volví a casa tras una reunión y me dirigí hacia la cocina por un trago, apagué las luces de la planta baja y subí hacia el ático a ver si conseguía escribir algo. Una vez dentro del oscuro cuarto no lograba encontrar el botón para encender la luz, cuando de pronto, a la luz de un fuerte relámpago observé aterrorizado a la figura del vagabundo con su abrigo y su sombrero de copa, lo que me hizo soltar el vaso de la mano, haciéndose pedazos contra el piso de la habitación. Torpemente logré encender la luz, pero la figura ya se había esfumado. Aterrorizado intenté bajar pero tropecé y rodé escaleras abajo. Permanecí inconsciente largo rato, tendido en la oscuridad, pero aparte de algunos rasguños y moretones no sufrí mayor lesión.

Al otro día, salí de mi casa decidido a averiguar algo sobre este tipo. Di vueltas en mi vehículo con el fin de encontrarlo en alguna de las esquinas del viejo barrio, pero no logré hallarlo por ningún lado. Le pregunté a los demás vecinos si sabían algo de el, pero extrañamente nadie le conocía ni le había visto nunca. Continué con mis pesquisas sin resultado alguno. Nadie conocía a ningún tipo con aquellas tan particulares características. Sin embargo una señora salió a mi encuentro y me aconsejó que si quería tener éxito en mis investigaciones, me dirigiera hacia un lugar conocido como la casa castillo en el cual habitaba una anciana mujer, la cual podría arrojar algo de luz sobre la historia de aquel personaje objeto de mis preocupaciones.
En efecto, la casa era parecida a un pequeño castillo de estilo medioeval. La señora muy anciana, de aire misterioso y blancos cabellos me hizo pasar hacia el interior, donde quedé asombrado al observar la magnificencia, aunque ya venida a menos, que ostentaba aquella casa castillo, de arcadas ojivales, vitrales y añosos muros de piedra gris. La señora me hizo pasar amablemente hacia un gran salón adornado con una cantidad indeterminada de pinturas las cuales colgaban desde lo alto de la habitación.
Tras explicarle el motivo de mi visita, procedió relatarme la historia de aquél vagabundo de misteriosa estampa, la cual me dejó, por decir lo menos, perplejo.
Se trataba de un hombre que había vivido, nada más y nada menos, en lo que hoy en día es mi propia casa! Pero lo que relató a continuación terminó por dejarme pasmado.
Había habitado allí con su familia hasta que un día el tipo enloqueció y asesinó a su familia compuesta por su esposa y sus dos hijos y luego se suicidó colgándose de una de las vigas del ático, precisamente el lugar que había reservado para mi trabajo de escritor!

Asombrado aún por aquel relato me dirigí hacia mi casa. Comencé recién ahora a dar crédito a aquellos gritos desgarradores que un par de veces me pareció oír por las noches, a esos leves murmullos de niños en el sótano a los cuales nunca di importancia, a aquellos pasos que resonaban en los escalones que conducen a mi cuarto y a esa ocasión en que el carril de la máquina de escribir se hallaba extrañamente en el suelo. Aquel día con bastante temor entré a mi casa.
El pavor me congeló la sangre cuando subí hasta el ático y allí, junto a la maquina de escribir, estaba el negro sombrero de copa alta y la hoja en blanco que permanecía en la maquina ahora rezaba:
ESTE ES MI HOGAR,VETE DE UNA BUENA VEZ MALDITO.

FIN
Carlos Baeza G.

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